En un contexto desafiante para la cultura independiente, La Martino Orquesta Típica celebra sus primeros diez años de trayectoria. Fundada en 2014 por el joven director y compositor Nehuén Martino, esta formación no solo ha mantenido vivo el legado del tango tradicional, sino que lo ha enriquecido con composiciones originales y un estilo único que combina raíces históricas con una mirada contemporánea.
Desde su nacimiento, La Martino se ha destacado por su valentía y autenticidad, eligiendo transitar un camino propio en un género que a menudo mira con nostalgia hacia el pasado. Durante esta década, la orquesta ha superado desafíos económicos, políticos y sociales, posicionándose como una de las propuestas más interesantes y relevantes de la escena tanguera actual.
En esta entrevista, Nehuén Martino nos invita a recorrer el viaje de la orquesta desde sus inicios, a los 22 años, hasta este presente lleno de logros y nuevas propuestas. También reflexiona sobre el poder del tango como herramienta de protesta social, la influencia de Alfredo Gobbi en el estilo de la orquesta, y los sueños que lo llevaron a crear obras tan singulares como «Aflicciones» y la reciente «Sinfonía Estelar Tanguera».
Un diálogo íntimo y revelador para celebrar una década de música que no solo honra el tango, sino que lo impulsa hacia el futuro.
Nehuén, diez años liderando La Martino Orquesta Típica. ¿Cómo fue el viaje desde 2014 hasta hoy? Comenzaste a los 22 años. ¿Qué desafíos recuerdas de aquel inicio y cuáles enfrentaste para sostener a la orquesta en esta década?
El viaje fue complicado. La orquesta nació en un contexto de mucha turbulencia en Argentina, especialmente en el ámbito cultural.
La Martino Orquesta Típica fue fundada en 2014 en el Espacio Cultural Benigno, gracias a la colaboración y el impulso de Leandro Antognoli, guitarrista y gestor cultural de dicho espacio. Fue Leandro quien me alentó y convenció de dar forma a este proyecto, que comenzamos juntos como una iniciativa compartida. Posteriormente, nos dedicamos a convocar a los músicos que integrarían la orquesta.
En cuanto al nombre, su elección no fue una decisión arbitraria ni unilateral. Durante el proceso se propusieron varias opciones, y fueron mis compañeros de orquesta quienes tomaron la decisión final de llamarla La Martino Orquesta Típica, marcando así un inicio verdaderamente colectivo para el proyecto.
Sostener un proyecto independiente en un contexto económico tan adverso ha sido un desafío enorme. Desde que empezamos, la situación económica y cultural ha empeorado visiblemente. Pero, a pesar de todo, estamos muy orgullosos de haber llegado a estos 10 años. Lograr mantenerse en el tiempo en un entorno tan complicado, política, cultural y económicamente, es un gran logro.
En lo musical, también hubo desafíos importantes, como sentirnos solos en muchas ocasiones. Muchas veces los lugares no respondían los mails, era difícil conseguir espacio para tocar. Todo eso suma a las complicaciones de mantener vivo un proyecto como este.
Desde el principio, tuviste claro que La Martino trabajaría con un repertorio original. ¿Por qué era tan importante para vos marcar esa diferencia? ¿Sentías que el tango necesitaba una renovación creativa?
Desde el comienzo, el proyecto estuvo enfocado en hacer tangos propios y en colaborar con colegas. También fue una manera de obligarme a componer. Soy compositor desde muy joven, así que era lógico que terminara escribiendo música para este espacio. Aprendí muchísimo en el proceso.
Nuestra gran apuesta fue rendir homenaje al tango componiendo tangos actuales. No busco la “renovación” como objetivo en sí mismo, porque no me siento en posición de decir “vengo a renovar”. Eso lo define el público. Incluso Piazzolla decía que él solo hacía música de Buenos Aires. Mi intención era hacer tango que mantuviera la esencia del género, respetando nuestras raíces argentinas, pero con música nueva, con tangos que reflejen nuestra época.
Trabajé con grandes letristas como Mariano Pini y Daniel Olivera, y más adelante se sumó el cantor Nicolás Abosky. Gracias a ellos y a muchas otras circunstancias, logramos armar una orquesta con identidad propia.
Uno de los pilares del sonido de la orquesta es la influencia de Alfredo Gobbi. Contanos cómo el bandoneonista Alberto Garralda marcó el estilo de La Martino en sus primeros años. ¿Cómo fue trabajar con alguien de tanta experiencia y cómo tradujiste ese «ADN vivo» a una formación contemporánea?
Cuando comenzamos, la orquesta no tenía un estilo definido, y yo tampoco lo tenía. Como cualquier grupo, atravesamos un proceso de búsqueda. Fue en 2015 cuando descubrí la obra de Alfredo Gobbi, y me impactó profundamente. Ninguna otra orquesta contemporánea estaba explorando ese sonido. Me fascinó su uso de síncopas, arrastres y marcaciones, y quise llevarlo a nuestro repertorio.
Gracias a Walter Piazza, de la Academia Nacional del Tango, conocí a Alberto Garralda, quien había sido bandoneonista en la orquesta de Gobbi. Nos presentó y entablamos una amistad. Alberto incluso asistió a nuestros ensayos para compartir su experiencia. Ese intercambio generacional fue espectacular. Nos enseñó cómo se trabajaban los arrastres y otros detalles estilísticos, y eso marcó un antes y un después en la identidad de La Martino.
Hoy en día, me atrevo a decir que nuestra orquesta tiene un estilo muy definido, algo que se había perdido en los últimos años. Es un estilo que combina la herencia de Gobbi con elementos contemporáneos, desde los fraseos y los solos hasta la estructura de las letras y los colores instrumentales. Todo esto contribuye a una identidad muy clara.
El tango «Aflicciones«, de su primer disco, denuncia los incendios intencionales en la Patagonia. ¿Cómo viviste la creación de este tema y qué importancia le das al tango como herramienta de reflexión social?
Los incendios forestales en la Patagonia son una problemática recurrente, muchas veces intencionados por intereses políticos o económicos. Este tema busca visibilizar y denunciar ese negociado. En Argentina, por ley, está prohibido explotar ciertos terrenos para minería o agricultura, salvo que se quemen. Esa es la excusa que utilizan para justificar estos incendios.
Cuando escribí «Aflicciones«, hubo incendios terribles cerca de la casa de mis padres en la Patagonia. Fue una experiencia personal muy fuerte. El tango siempre ha abordado temáticas sociales y políticas, desde Discépolo con «Yira Yira» hasta Ferrer con «Chiquilín de Bachín«. Creo que la música popular debe reflejar las problemáticas de su tiempo.
La última obra de la orquesta, «Sinfonía Estelar Tanguera«, explora la temática de las estrellas y el universo. ¿Qué te llevó a abordar este tema y cómo fue trabajar con Tomás Muir en los textos?
Siempre me interesó la astronomía y el ciclo de vida de las estrellas: nacen, crecen, mueren y, al explotar, generan nuevas estrellas. La sinfonía busca reflejar esa conexión cíclica, que también es una metáfora de la humanidad y la naturaleza. Quería invitar al público a reconectar con el universo, algo que hemos perdido en esta era de distracciones tecnológicas.
Trabajar con Tomás Muir fue una experiencia increíble. Nos reunimos durante un año para desarrollar los textos. Él entendió perfectamente la esencia de la obra y logró traducirla en poesía. Su trabajo fue clave para darle profundidad al concepto.
Después de una década, ¿cuál creés que es el legado de La Martino en el tango contemporáneo? ¿Hacia dónde te gustaría que siga evolucionando la orquesta en los próximos años?
Es una pregunta difícil de responder. ¿Qué legado deja La Martino en el tango contemporáneo? No soy el más indicado para decirlo, y podría sonar a falsa modestia o soberbia si lo intentara. Además, no soy objetivo; se trata de mi música y de nuestro proyecto.
A veces me cuesta dimensionar lo que significa La Martino incluso para mí. Son muchos años de esfuerzo y dedicación.
Si pudiera aventurarme a opinar, creo que el legado que deja la orquesta es uno de unión y colaboración. En el tango, como en la vida, nadie se salva solo. Soy compositor y director de esta orquesta, pero nada de lo que hemos logrado sería posible sin la ayuda de mis compañeros. La confianza mutua, el trabajo colectivo y la fuerza del grupo son pilares fundamentales para nosotros, más allá de lo musical.
El mayor legado de La Martino, entonces, es la unión y la resiliencia. Sostener un proyecto durante tantos años no es fácil. He enfrentado desafíos económicos, perdido amistades y visto cómo algunos compañeros se alejaban. Es como ser el director técnico de un equipo de fútbol: las decisiones que uno toma pueden ser bien recibidas por unos y cuestionadas por otros.
Si algo quiero dejar como enseñanza, es que los logros más grandes se alcanzan trabajando juntos.
En cuanto al futuro de la orquesta, tengo muchos proyectos por delante. Me entusiasma seguir explorando el camino de las sinfonías y tengo el sueño de escribir una ópera, algo que ya he hablado con Pini. Creo que nuestra evolución irá en esa dirección.
Si me hubieran preguntado al lanzar nuestro primer disco, nunca habría imaginado hasta dónde llegaríamos. La “Sinfonía Estelar” fue un paso enorme que estaba fuera de mis planes iniciales. Ahora, con un nuevo disco en puerta, siento que marcará un punto de inflexión para la orquesta. Es un proyecto ambicioso, con arreglos innovadores, letras nuevas y tangos inéditos.
Además, estamos en una etapa de maduración. Pasaron cinco años desde nuestra última grabación, y la diferencia entre aquel disco de Reversiones y lo que estamos preparando es abismal. También tenemos pendiente registrar la Sinfonía Estelar, y creo que ese trabajo definirá mucho de lo que vendrá para La Martino en los próximos años.
Tengo confianza en que a La Martino le quedan muchos años por delante. Aunque siempre existe el miedo de que no sea así, siento que estamos en un buen camino y que la orquesta sigue creciendo.
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