Artículo publicado originalmente en Music Cities Events (Junio 2025)
Buenos Aires, la capital del tango, ostenta un reconocimiento mundial por este género que, desde sus orígenes a principios del siglo XX hasta su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2009 (que comparte además con Montevideo), forma parte inseparable de su ADN porteño. Sin embargo, bajo esta gloria internacional, se esconde una paradoja: sus músicos y gestores culturales enfrentan precariedad, invisibilidad y desinterés estatal, sobreviviendo mayormente gracias a una sólida cultura de autogestión.
Esta «nueva escena», desarrollada a lo largo de casi 30 años, se ha articulado desde abajo con valores de horizontalidad y producción propia, demostrando una vitalidad que, paradójicamente, las políticas culturales ignoran.
Premios sin comunidad: el caso Premios Gardel
La reducción de categorías de tango en los Premios Gardel —los galardones más importantes de la música argentina— es un síntoma de desconexión. Mientras en 2017 el género contaba con cinco distinciones, en la última edición apenas tuvo tres.
¿Fue una decisión basada en criterios artísticos o en intereses comerciales? Más aún: ¿existe un diálogo real entre los premios y la comunidad musical que dicen representar?
Tal es así que el chamamé, también declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO en 2020, perdió su categoría específica en 2025. La justificación de CAPIF —organizadora de los premios— fue escueta: “Para que una categoría permanezca, debe haber un volumen de postulaciones que sustente el rubro y ofrezca diversidad al jurado”.
Pero la escena tanguera actual no es marginal: existen cientos de proyectos activos, composiciones originales y producciones discográficas. El problema no es la falta de talento o producción, sino la ausencia de políticas públicas que reconozcan y articulen esta producción cultural que es muchísima.
Una respuesta desde abajo: los Premios Tango Siglo XXI
Frente a este vacío institucional, surgió en abril de 2025 una propuesta liderada por la escena independiente: los Premios Tango Siglo XXI.
Con 12 categorías y más de 100 discos evaluados (todos editados en 2024), el proyecto busca visibilizar y celebrar el tango contemporáneo desde una perspectiva comunitaria, con músicos, periodistas y gestores en roles activos.
La pregunta queda flotando: ¿pueden unos premios ser legítimos si no escuchan a su propia comunidad? Si el criterio es el volumen de postulaciones, ¿por qué se recortan categorías de un género en plena ebullición?
Tango y turismo: entre la postal y el presente
Buenos Aires promueve el tango como postal turística: parejas de bailarines en San Telmo, shows de cena-espectáculo estandarizados, versiones coreografiadas de clásicos. Esta imagen romántica —y profundamente nostálgica— alimenta el deseo del visitante, pero encierra al género en un pasado congelado (Lancieaux, 2022). Como analiza Cecconi (2018), las «tanguerías» convierten el tango en un «producto-para-otros»: espectáculos estilizados que priorizan lo visual y sensual, desconectados de su evolución contemporánea.
Esta visión patrimonializada funciona para el turismo, pero ignora al tango vivo: sus jóvenes intérpretes, su poesía urbana actual, su búsqueda estética renovada. Cecconi lo define como una «identidad de vitrina» (2018): una cultura local embellecida para el consumo global, donde el pasado se escenifica como «mero significante vacío».
El resultado es un desequilibrio en la política urbana: la ciudad invierte en el tango como recurso turístico, pero no como motor cultural contemporáneo. Mientras las tanguerías proliferan en barrios gentrificados (Cecconi, 2018), los espacios autogestivos —que mantienen viva la escena— quedan marginados de las estrategias institucionales.
Tango argentino: desafíos estructurales
A pesar de su riqueza simbólica y su impacto internacional, el tango enfrenta obstáculos estructurales para su sostenibilidad como sector cultural:
- Falta de estrategias de marca país
El tango carece de una narrativa contemporánea que lo conecte con las nuevas generaciones. No hay campañas de marca país que incluyan al tango actual ni identidades visuales unificadas. - Políticas fragmentadas
Las políticas culturales relacionadas con el tango son esporádicas, desarticuladas y sin visión a largo plazo. No existen planes decenales que promuevan giras internacionales, residencias creativas o formación en escuelas. - Aislamiento institucional
No hay articulación efectiva entre el Estado y los actores independientes del sector. El Estado invierte en festivales turísticos, los sellos independientes producen discos innovadores, las plataformas globales difunden el género. Pero nadie coordina este ecosistema.

Tango argentino. Entre la nostalgia y el abandono.
La falta de políticas públicas que impulsen nuevos repertorios, la escasez de formación en innovación tecnológica, gestión cultural e internacionalización, y la poca estrategia para atraer a nuevas audiencias, especialmente jóvenes, han dejado al género en un limbo productivo.
Mientras el mundo celebra la riqueza histórica del tango, Argentina no logra convertir ese capital simbólico en una industria cultural sostenible y competitiva.
El problema se agrava con un círculo vicioso: sin apoyo a la creación contemporánea, el tango pierde vigencia; sin renovación de públicos, se encierra en nichos cada vez más reducidos; y sin infraestructura ni redes de contención, muchos talentos optan por emigrar o abandonar la actividad artística.
La Coolture del tango: símbolo sin sustancia
El tango argentino refleja lo que Omar Rincón (2021) llama coolture: una cultura convertida en commodity, donde lo «auténtico» se diseña para el consumo global. Mientras países como Portugal o Cuba articulan políticas públicas para sus músicas nacionales (fado, son), Argentina carece de un marco normativo para el tango: no hay incentivos fiscales, rutas de exportación ni observatorios de impacto económico.
Esta contradicción —símbolo glorificado, práctica abandonada— se evidencia en dos niveles:
- Turistificación: El Estado promueve espectáculos estilizados (tanguerías, festivales fotogénicos) que folklorizan el género, como critica Cecconi (2018).
- Abandono institucional: No se apoyan procesos creativos a largo plazo, pese a que ya existan proyectos que demuestran que el tango puede ser arte contemporáneo y herramienta de crítica social.
«Lo cool no es hacer cultura, sino parecer que se hace«, sentencia Rincón (2021). Buenos Aires parece habitar esta paradoja: celebra el tango como emblema decorativo mientras desoye su latido vivo. Hoy en día el género sobrevive en los márgenes gracias a trincheras autogestivas – clubes de barrio, sellos independientes, medios de difusión independiente, cooperativas de músicos y espacios culturales, ciclos underground; son quienes tejen redes de resistencia.
El tango como industria musical no necesita más certificados de autenticidad, sino circuitos estables que sustenten su ecosistema real: salas con programación continua, giras internacionales articuladas, políticas de formación para nuevas generaciones e inversión en formación de nuevas audiencias.

¿Qué necesita el tango hoy?
El tango necesita acciones concretas para el desarrollo de su escena viva:
- Financiamiento con visión de futuro: apoyo sostenido a proyectos contemporáneos.
- Reconocimiento laboral: formalización profesional, acceso a derechos y seguridad social.
- Articulación estratégica: vínculos reales entre cultura, educación y turismo.
- Participación comunitaria: inclusión de artistas, sellos y gestores en el diseño de políticas públicas.
Escuchar, no solo celebrar
El tango no necesita salvadores. Necesita que lo escuchen.
Desde la década de 1990, ya se ha sostenido por sí mismo. Lo que realmente demanda es una política cultural que atienda a su realidad actual. Esta energía, que ha mantenido al tango como un arte vigente, aún no es reconocida por las instituciones. Aunque glorificamos su símbolo, dejamos sin apoyo al movimiento que lo mantiene vivo.
Buenos Aires tiene historia, talento y creatividad. Lo que falta es una política cultural que lo trate como lo que es: un arte vivo. Que dialogue con su escena real, sus desafíos y sus horizontes.
Este reclamo también aparece en los testimonios recogidos por Lancieaux (2022) entre músicos autogestivos y gestores culturales, que denuncian la desconexión entre las instituciones públicas y la vitalidad creativa del tango actual.
Fuentes
Lancieaux, Naïade. Le rôle des politiques culturelles dans le développement et la valorisation du tango argentin à Buenos Aires. Mémoire de Master 2, Université Sorbonne Nouvelle, 2022. Disponible en: https://dumas.ccsd.cnrs.fr/dumas-03777026
Cecconi, S. (2018). Resignificación de una cultura local: el tango como territorio turístico. Estudios Sociológicos, *36*(108), 617-643. https://doi.org/10.24201/es.2018v36n108.1620
Rincón, O. (2021). La Coolture. Revista Anfibia.