Nuevos Códigos en Milongas

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Milonga Aires del Sur | Foto: Langostina
Milonga Aires del Sur ! Foto: Langostina

  Cambia el mundo y ¿cambia el tango? Aunque algunos recalcitrantes puedan resistirse, lo cierto es que de la época de Oro del género a nuestros días, el mundo cambió bastante. Lentamente, las pistas de las milongas se adaptan a eso. Desde luego, siguen existiendo los espacios hipertradicionales que sostienen la fantasía de un mundo que ni siquiera en sus mejores momentos era tan rígido ni homogéneo. Y ni siquiera los cambios que suceden son uniformes. ¿Qué cambió? ¿Qué sigue igual, entonces? Tango 21 se acercó a cuatro organizadores y docentes de tango del circuito porteño, de distintos perfiles, para abordar la cuestión.

Andar el mismo camino


Omar Viola es el organizador de la mítica milonga Parakultural, que ahora se mudó al histórico Salón Marabú. Para muchos, el Parakultural es un emblema de tradición, aunque su organizador sea una figura clave de la renovación cultural porteña de los años ochenta y aún mantenga vigente su espíritu transgresor. Viola define la cuestión muy sencillamente: “con respeto, podemos hacer casi todo”. Pero lo fundamental a inamovible, para él, es el sentido de circulación en la pista. Movimiento antihorario, es la clave.

  Curiosamente, en otro extremo de la oferta tanguera de Buenos Aires, Romina Pernigotte, del colectivo Aires del Sur –docentes y organizadoras de una práctica– también sostiene el sentido de circulación antihorario como un baluarte de cualquier milonga. “Para mí sostener el sentido antihorario es una forma de consideración para otras personas con las que compartimos el espacio, es lo básico del respeto y la construcción colectiva que es el tango: no bailamos sólos, bailamos con el entorno”, plantea la bailarina.

Romna Pernigotte

  “Si al tango le sacamos la música y le ponemos música de otros géneros, como hacemos a veces, si empezamos a podarle cosas, tenemos que ser sensibles para entender el hoy y a la vez resguardar algo de ese tesoro, que es identitario nuestro y también una suerte de identidad móvil en el mundo”, profundiza Pernigotte.

 

Cabeceo o no, esa es la cuestión

Un punto en tensión es el cabeceo. Si bien no es la ley máxima de otrora, su desuso o puesta en cuestión genera también dudas. No es casual que de las cuatro personas consultadas por este espacio, las tres más jóvenes señalen el cabeceo como un código milonguero en cuestión y a la vez expresen sus dudas respecto de esta evolución.

 

Suyai Serpa

“El cabeceo igual sigue existiendo y a mí me parece que no está mal. Tiene una cosa más de complicidad respecto a un ‘che, ¿bailamos?’, pero esto también es discutible”, presenta la cuestión Suyai Serpa, responsable de la Milonga El Batacazo y de familia de tradición milonguera.

  Al mismo tiempo, Martín Chili, de la Muy Lunes (y ahora, la Muy Martes), destaca la apertura de opciones. “Nada cancela a nada, podes seguir con el cabeceo para invitar, o podes invitar cara a cara; podes invitar o ser invitade indiferentemente cual fuese tu rol”, dice.

  Pernigotte reconoce en este punto una contradicción que es tanto personal como social. “Personalmente no estoy de acuerdo con el cabeceo y es hermosa la espontaneidad de acercarse a alguien, pero se me cruza en lo personal la necesidad de establecer un consenso, una mirada previa al menos, que a mí me allana el camino para acercarme e invitar”, reflexiona. “Tiene que ver con las sensibilidades, de cuánto tenemos trabajado minimizar o no sobredimensionar un ‘no’ y volverte si te rechazaron. Si bien el cabeceo me parece espantoso, más si es unidireccional, quizás tiene que haber algo en el medio”.

  La cuestión del cabeceo está lejos de resolverse, porque si bien los espacios y las costumbres cambiaron (muchas veces tienen menos luz, o las distancias, las edades de los participantes y otros factores), cosa que lo dificultan en la práctica, son muchos y muchas quienes se refugian en la discresión del gesto sutil. Tampoco las milongas se organizan de un modo muy afín al cabeceo ya. Serpa, por ejemplo, señala un “no” rotundo a la separación entre hombres y mujeres en los espacios, algo propio de tiempos antidiluvianos. No es difícil advertir que alguien girándose por completo en la silla para invitar a otro es cualquier cosa menos lo discreto del cabeceo. Otro clavo en el ataud de esa vieja costumbre.

¿Y los separadores?

Durante mucho tiempo, obviar los separadores era una costumbre de las prácticas más informales. Sin embargo, de un tiempo a esta parte varios djs y espacios han comenzado a incorporarlo en su accionar.

Por supuesto, hay aún quienes defienden la estructura de tandas con separadores para dejar bien claro a los bailarines despistados cuando termina de sonar una orquesta y empieza otra, o “proteger” de algún modo a los milongueros demasiado temerosos para decir “hasta acá, muchas gracias”. No faltan quienes opinan que, ante lo tediosamente parecidas que son las propuestas de algunos dj’s tradicionales, los separadores son un modo de revelar parte de su personalidad musical.

Pero al mismo tiempo hay muchos espacios que están alentando a quitar los separadores como modo de experimentar, de jugar y de probar cosas nuevas, además de adaptarse a los espacios físicos donde se desarrollan las milongas.

Todes juntes

“Para mí algo que traen las nuevas generaciones es esto de incluirnos y mezclarnos entre profesionales y milongueros. Si bien algunos organzadores lo establecimos de alguna forma, fue algo que después de la pandemia, con todo el cambio cultural que hubo, empezó a existir más, una mayor cercanía entre quienes habitan el espaccio como milongueros y quienes trabajan con el tango”, agrega Serpa, sobre los recientes cambios de costumbres.

Martín Chili

“Creo que aunque en el tango seguimos manteniendo vivos los códigos tradicionales, el cambio más grande está referido a los roles en el baile y al dress code”, especula Chili. “Los mismo códigos siguen vigentes, pero no son excluyentes”, señala. En esa no-exclusión hay una clave de estas transformaciones.

Con ellas, ante todo, respeto

Omar Viola

“Hoy están mucho más libres las mujeres en las milongas –afirma Viola, aunque reconoce que hay algunas que aún las restringen–. El respeto es básico, a partir de ahí, casi todo lo demás está permitido. En un ambiente con más conocimiento de la gente y confianza, algunas restricciones se pueden pasar por alto”.

  Para Pernigotte, todo empieza en la clase previa. “En las clases muchas veces se transmitían estos códigos de antes. Cuando nosotras arrancamos a dar clases no los hacíamos, y en ese primer momento no entendíamos bien por qué no. Después entendimos que era porque tenían una cosa muy desigual, donde a nosotras nos tocaba una parte muy pasiva, muy inactiva, de estar sentadas esperando. Al no transmitir códigos en nuestras prácticas, empezaron a pasar cosas espontáneas, más propias del sentir de ahora”, cuenta.

  Antes, la transgresión del código suponía sufrir el vacío social de los otros asistentes a la milonga, cuando no la expulsión del espacio o directamente, en el caso de la ropa, la prohibición de ingresar al mismo. Pero si no hay castigo a la transgresión, o la censura social no es suficientemente fuerte, ¿sigue siendo un código vigente?

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