Camila Arriva: «Encontré una estructura para romper»

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Foto: Verónica Bellomo
CABA. Noviembre de 2022. Camila Arriva, cantante. Foto: Veronica Bellomo


Camila Arriva era una cantante lírica que, mientras vivía en Alemania, se reencontró con el tango y lo adoptó definitivamente. Ahora lleva adelante el proyecto «Mujeres», en que reinterpreta tangos compuestos por mujeres de todas las eras del género.


En esta entrevista habla sobre su proyecto y también cómo el choque entre su idiosincracia argentina y las costumbres alemanas la llevaron a replantearse su tarea artística.

Tras una experiencia europea, la cantante impulsa un proyecto que busca revalorizar el repertorio tanguero compuesto por colegas tanto de la etapa de oro como contemporáneas.

“Al tango entré como bailarina y me pasó que no entendía los códigos de la milonga ni de las milongueras”, recuerda Camila Arriva. El flamante disco «Mujer 2» es el segundo de un proyecto de largo aliento con el que busca revalorizar el repertorio tanguero compuesto por colegas tanto de la etapa de oro del género como contemporáneas. El grupo que la secunda también está compuesto íntegramente por mujeres, incluyendo a la pianista y arregladora, Amalia Escobar. En el show de esta noche, además, tendrá como invitadas a sus colegas Bárbara Aguirre, Eliana Sosa y Mariana Mazú. Se trató de un largo camino para una argentina que se fue a Berlín pensando en desarrollar su carrera en la música clásica y se encontró en Alemania con su identidad argentina y el tango, para finalmente volver a su tierra con sueños renovadores.

“Allá están todos re chipeados: tener tacos, tener pollera, ¿y qué pasa que toda esta música suena con ruido? ¿Toda cantada por chabones? Cuando caí en la cuenta de eso me di cuenta que ahí había material para luchar. Ahí me tiré a cantar tango”, recuerda. Arriva rememora sus primeras clases, practicando su voz sobre las pistas grabadas de su profesora, que era tanguera. “Pero no me conmovía cantar ‘Naranjo en flor’, y cuando me reencontré al tango tradicional escuchaba las letras y pensaba ‘no puede ser que estos chabones digan estas cosas de las mujeres, que esto se consuma en la milongas, ¿no pasó nada en esos años? ¿Por qué seguimos escuchando esto?’”

La indignación dio paso a la curiosidad, a las ganas de investigar. “Ahí empecé a escuchar más a fondo orquestas nuevas y claro, hay otro mundo. Entonces encontré una realidad y una estructura que romper. Y yo que venía de pelearme con la música clásica, con mi ser cantante, y encima extrañando Argentina y podrida de cantar otros idiomas, al cantar estos otros tangos entendí que también había historias en las que me podía reflejar, un tango más feminista”, explica.

-¿Por qué te volviste?

-Porque me hinché los ovarios. La idiosincracia es muy distinta. Alemania me dio cosas hermosísimas: el tango, porque no lo cantaba antes de irme a Europa. Me dio una identidad argentina súper fuerte. Me reveló como feminista, como mujer, como cantante, me terminó de formar en un montón de cosas. Pero a nivel humano no es que extrañaba la milanesa, el sánguche de miga, el fernet. Pero pesa un montón bajar y no poder hablarle a la panadera. Pesa mucho que estás cinco años y te siguen corrigiendo si declinás mal un artículo y por eso no te venden el pan. No es una sociedad que te envuelve y te acepta.

-¿Qué hacés en ese momento?

-Uno termina en ghettos, en milongas. Escuchaba una cumbia y me volvía loca. Y llega un momento donde no hay estabilidad económica que te compense la estabilidad emocional. Después estoy acá y no llego a fin de mes y bueno… pienso en Mujeres 3 y me quiero volver, porque allá sí era fácil grabar. En Europa también es muy difícil encontrar una bandoneonista mujer. Tengo un registro de todas y son 20 y su disponibilidad es muy chiquita para tocar. O sea que no tendría una banda, sino sesionistas. Después que tienen un nivel de exigencias imposible para armar un equipo humano. Y yo soy una convencida de que para tocar necesito un equipo humano, no sesionistas. Necesito sentirme cómoda, que haya horizontalidad. Acá está la convicción de tocar por tocar y bancar la camiseta.


-Igual te volviste con ganas de renovar.


-Sí, pero también me pasa que yo soy nueva en el tango. Siento que llego con los botines de punta, con mucho espíritu renovador y a veces tengo que recular porque es un historial más mío, personal. Ahora que estoy todo el tiempo en contacto con cantantes de acá me pregunto quién soy para venir a romper todo. Pero viene de ser cantante de otros géneros.


-¿Qué elegiste del repertorio nuevo?


-Del siglo XXI metimos “Yo soy”, de Marisa Vázquez, que es un ser alucinante. Cuando escuché ese tema dije “ah, está hablando de mí” y después “ah, habla de todas”. Ese me pegó más. Lo mismo me pasó con Claudia Levy y su “Me dijeron”, un tema muy fuerte sobre violencia de género. Quizás en 20 años quede demodé cantar algo así. Ojalá. “Iluminame por favor” habla de mansplaining, aplicado al tango. Fue algo que me había pasado las primeras veces que bailé. Y ya me sirvió de herramienta para un montón de hombres que me rodean. Les paso el tema y el otro día hablando con un chico me decía que estaba por ponerse a explicar algo que no le habían pedido, se acordó del tema y se contuvo. ¡Me siento Montessori de repente! Y bueno, también Nathy Peluso me parecía importante.

-Versionaste a Nathy Peluso y a Gilda, pero los tangueaste.

-Sí, no sé si es la mejor receta. Para que quede más urbano le metimos percusión a ambos. Me parecen alucinantes estas mezclas de ritmos, entonces no descarto para un próximo disco o para esto, versionado en vivo, que sea más trapero y que de repente aparezca un bandoneón o más cumbia y atrás nuestra formación, con Amalia con el pianito de Pablo Lescano. Siento que estoy experimentando pero sí me hacía falta jugar un poco más a la Camila, no la tanguera, porque no soy 100 por ciento tanguera. Yo soy una piba que si tengo que escuchar algo, escucho Divididos, un montón de cumbia, un montón de Nathy Peluso y canciones feministas. No puedo vender un producto que no tenga que ver con lo que escucho en mi casa.

(Fuente: Pagina 12)

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