Para 2001 se insinuaba ya una reapropiación del tango por parte de los jóvenes: la Orquesta El Arranque, experiencias como La Chicana, compositores como el Tape Rubín, y voces como las de Lidia Borda o Ariel Ardit llamaban la atención. Pero la Fierro fue un sacudón: una cooperativa de músicos con el marcato puglieseano bien marcado y que tocaban donde fuese: en la calle, en una milonga, un bar o donde los dejaran. “La militábamos”, recuerdan los primeros integrantes.
“Fans de Ramones y Pugliese”, los describe Marta del Pino, “la tía”, como se la conoce dentro del grupo, e histórica agente de prensa del colectivo. “Fue una mezcla extraña de amistad y profesionalismo, de jolgorio y de tenacidad, de fiesta y trabajo, de rebeldía y disciplina, una orquesta de doce integrantes que alquilaron un taller mecánico, lo remodelaron y lo transformaron en su propia sala de conciertos”.
A la impronta yumbera sumaron la potencia del punk rock. Versiones cortas, potentes y una estética acorde. Ya en “Envasado en origen”, su primer disco, se insinuaba el sonido que tienen hoy, fuertemente marcado por el rock, las distorsiones y un finísimo trabajo de sonido pensado para marcar una estética propia. Ignacio Varchausky, contrabajista de El Arranque, conductor de radio y director artístico de la Orquesta escuela Emilio Balcarce, reconoce en ellos “la última orquesta en generar un sonido genuinamente propio”. El testimonio de Varchausky es doblemente valioso, pues en aquellos primeros años se tejía una rivalidad entre la orquesta que él integraba y la Fierro.
Curiosamente, para el pianista Julián Peralta –Astillero–, ex pianista y arreglador de la Fierro, esos primeros años de la orquesta fueron más “un fenómeno sociológico que musical”. Destaca (y celebra) haber tenido junto a sus compañeros el impulso de ir al frente y tocar. “No esperamos a ser Agri para subir al escenario, íbamos con lo que teníamos”, alude su ex compañero, el bandoneonista Julio Coviello, a esos momentos donde la experiencia y los recursos formales apenas se estaban gestando. Peralta, en tanto, destaca que al ser un proyecto fijo, que ensayaba regularmente, les permitía ajustar el sonido y aprender continuamente. Él mismo reconoce en su paso por la Fierro la adquisición de un montón de herramientas que aún hoy lo acompañan al momento de componer.
“Que la orquesta tocara todas las semanas generó que muchos colegas, y la sociedad en general, viera un renacer del tango, algo que ya se olía, pero que resultaba palpable al ver la orquesta”, rememora Peralta. “Así algunas orquestas se armaron a partir de eso, porque vieron que era posible, ¡nosotros no éramos extraterrestres!”
Vito Venturino, guitarrista y fundador del Quinteto Cachivache, famoso mundialmente, reconoce ese impacto. “La primera vez que vi a la Fierro fue en 2003 y me voló la peluca, algo que nos pasó a todos los de nuestra generación: ver el tango así, aggiornado, fue encontrarse”, explica. Y aunque hoy entiende que ni su sonido ni el de Cachivache están cercanos al de la Fierro, reconoce su importancia. No es para menos: a la vista salta que en la presentación estética de ambos grupos hay innegables puntos en común.
Claro que el caso de Venturino no es aislado. Y el impacto de la Fierro se ramifica hacia el presente. Por un lado, porque los músicos que pasaron por la orquesta quedaron inevitablemente marcados por la experiencia. Además de Peralta, uno de los más respetados compositores y docentes de tango de la actualidad, se puede mencionar a Julio Coviello –Cañón–, Federico Terranova –Orquesta Los Crayones–, Tripa Bonfiglio –Rascasuelos–, Bruno Giuntini –Derrotas Cadenas–, Pablo Gignoli –Taxxi Tango XXI–, entre otros. “Parte de esa personalidad está en nosotros”, observa Coviello.
Llama la atención constatar que muchas de esas orquestas organizan milongas –Cañón, Derrotas Cadenas– o las frecuentan –Los Crayones, la versión “alternativa” de Rascasuelos, ‘Rascacielos’, solía hacerlo–. Más si se tiene en cuenta que la Fierro tomó la decisión artística de no seguir presentándose en espacios de baile. Pero sus componentes originales aún mantienen ese espíritu vivo.
“Cuando se dice que es ineludible la propuesta de la Fierro, es porque lo tomás como ejemplo o vas a las antípodas. Muchos grupos que no están en esta familia la toman como referencia de qué camino no quieren seguir y arman grupos más luminosos o más alegres”, reflexiona Coviello. Y concluye: “quizás la Fierro empezó marcando un camino que es la conclusión de una generación, de apropiarse de esta música y hacerla en tiempo presente”.