Poderosas canciones del gotán

Diego Baiardi, y su Villa Crespo divino, siniestro

Sin dejar de hablar de los temas universales –el amor en todas sus formas, la fugacidad del tiempo, la soledad, la muerte– digo que las letras de tango del siglo XXI –a diferencia de la época dorada del género– se manejan bajo otras claves, otros prismas. En efecto, en una sociedad como la actual donde el leitmotiv es la dentellada rabiosa, la agitación adrenalínica, el puro instante, no resulta extraño que buena parte de la producción que conforman el cancionero de estas dos primeras décadas del siglo muestre una preferencia por la temática social y la denuncia crítica que se explica, en parte, por las características del territorio socio-económico y cultural desde el cual emergen.

Por tanto, ya podemos hablar de “un tono”, de un “sonido epocal”, de una “poética tanguera post 2001”. ¿Qué atmosferas asoman en sus letras? Entre otras, los desguaces inoculados desde las arcas de los gobiernos venenosos, el hambre que hunde los brazos en la basura, la impugnación al patriarcado, la bala perdida, las plazas enrejadas, y un rostro distinto de la soledad: cada uno en su cueva, cada vez más monitoreados, los ojos inyectados en la pantalla de Google, la libido puesta al servicio de la llegada del delivery.

Estallido social. La Argentina del 2001
Estallido social. La Argentina del 2001

Dentro de este panorama se erigen las letras de Diego Baiardi, uno de los fundadores de la agrupación Cruz Maldonado que trabaja repertorio de autoría bajo un variado abanico musical que viaja de la rumba al tango, del rock al bolero, del blues a la cumbia. Su lírica está tocada por el embrujo del imaginario porteño donde caben, entre otros, Enrique Santos Discépolo, Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt, o Celedonio Flores.

Su obra se me reveló a partir de Martingala (2018), disco solista de Julieta Laso. Todo un sacudón musical-poético que, en la voz de la cantante, voz de barro, oscura, áspera, mugrienta pero llena de ternura, le dio un soplo nuevo a la cancionística rioplatense.

Si en 1930 el poeta Héctor Blomberg escribió sus letras en exclusividad para Ignacio Corsini, y Alfredo Le Pera hizo lo propio para Carlos Gardel; Diego Baiardi y el compositor Lisandro Silva Echeverría pergeñaron y soñaron un disco en la voz de Laso, algo así como un traje a medida para la ex cantante de la Orquesta Típica Fernández Fierro.

Julieta Laso y Fernández Fierro (2018). ph. Aníbal Ptolomeo

“Una noche cenando en la casa del músico uruguayo Alejandro Balbis en la que también fue parte Julieta –me cuenta Baiardi– decidimos comenzar la travesía de crear canciones para Julieta. La primera de la serie fue la zamba El Pampero:

“Silba el pampero su amor sincero / en las hojas se vuelve canción. / Atrás de ella ya soy una huella, / las nubes, arriba en malón”.

Pero la que abre el disco y destella es Villa Crespo, canción que conjuga y conjura el clima de esta babélica Buenos Aires:

Callejón y virulana / fuego amigo, la gilada / y el azul… que se hace estrellas (…)

Diego Baiardi en su Cruz Maldonado

Con el imaginario de Adán Buenosayres (la novela de Marechal) asoma en su letra la figura del Cristo de la Mano Rota, la parroquia San Bernardo, el duelo entre ángeles y demonios, y aún más, asoma el “quien vive” del Shakespeare de Hamlet, y por qué no las ánimas de Osvaldo Pugliese y Paquita Bernardo (la primera bandoneonista del tango) pedazos de historia del Villa Crespo mítico, y está muy bien que sea así, quiero decir, la canción no solo se hace con lenguaje sino también con historia en la sangre.

Cuando le pregunto por la “cocina creativa” de Villa Crespo, dice: “Por aquel entonces Julieta se muda al barrio de Villa Crespo, barrio en el que yo también vivo, pero en mi caso, casi bordeando Paternal. Una de esas tantas noches de caminata por la calle Tres Arroyos que al cambiar de nombre se hace Gurruchaga, empecé a amasar la idea, a pensar en mi propia historia y en las historias de los malandras que me iba cruzando. Digamos que la trama de esta canción transcurre en esas cuadras que separaban mi casa de la de Julieta; esa es la inspiración.

A más cinco años de Martingala, Baiardi sigue siendo el inquieto de siempre, el que borronea, rompe cuadernos, corrige y arriesga nuevos colores, porque como decía Homero Expósito –una de sus criaturas predilectas–, “si me siento me canso”.

Villa Crespo (tango)

Letra: Diego Baiardi
Música: Lisandro Silva Echevarría

Medianoche en Villa Crespo
lo divino, lo siniestro
y yo… que voy trepando en las sombras.

Como gato en la cornisa
con los nervios hechos trizas
de ayer… cuando cambiaron las cosas.

Pacto de sangre
nudo de alambre
princesa ingrata
huyen las ratas
y el corazón para qué?
si no hay salvación.

Callejón y virulana
fuego amigo, la gilada
y el azul… que se hace estrellas.

Un amor que no es sincero
siete vidas que no quiero
y sigo… pensando en ella.

Pacto de sangre
nudo de alambre
princesa ingrata
huyen las ratas
y el corazón para qué?
si no hay salvación
no hay salvación
no hay salvación!

Y frente al Cristo de la mano rota
un duelo a muerte que sabe a derrota,
ángeles, demonios y curiosos van mezclados
en un remolino ya no estás más a mi lado.
Te vas perdiendo calle Gurruchaga
tu boca que era mía ahora no me dice nada.
Abejas calientes que me pican voy sangrando,
doblan las campanas de parroquia San Bernardo.
Salto hasta un patio que tiene un aljibe
escucho voces que gritan “quién vive??”
yo no, para qué? si no hay salvación
no hay salvación
no hay salvación!

Si te quedaste con sed, seguila con el disco entero.

¡Hasta la Victrola Siempre!

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