El abrazo y el viento

Milonga Placita Pañuelo Blanco. Foto: Jean-Pierre Van Loocke

Sopla la brisa y las parejas se abrazan. Con el atardecer o la Luna, suena un tango y la ronda recomienza. Tras la pandemia en Buenos Aires se multiplicaron las milongas al aire libre. Antes, hasta 2019, había apenas un par: la de Placita del Pañuelo Blanco en San Telmo, la Práctica Patricios en el barrio de Parque Patricios. Y algunas más, si uno cuenta las glorietas como espacios al aire libre. Ahí destacaba la de Barrancas de Belgrano.

Con el cierre intempestivo de las milongas por el covid-19, empezaron a proliferar las milongas clandestinas. Y en cuanto hubo una mínima apertura –e incluso antes– aparecieron muchas en sótanos y plazas. Seguían siendo “clandestinas” (aunque a la vista de todos), pero las ganas de bailar podían más y las autoridades hacían la vista gorda. Al lado de fiestas electrónicas de a miles, treinta personas abrazándose en una plaza tampoco significaban el fin del mundo. La cuestión es que con el progresivo fin de la pandemia, y contra lo que muchos esperaban, esas milongas al aire libre proliferaron. Tampoco se mandaron a guardar con el frío invernal. Y atravesaron, estoicas, el verano más caluroso de los últimos sesenta años. Mientras se escriben estas líneas caen en Buenos Aires las primeras hojas de otoño. Y las milongas al aire libre siguen ahí. ¿Dónde están? ¿Dónde ir? Esta guía te lo cuenta.

Placita del Pañuelo Blanco

Es una de las más veteranas del circuito y un emblema de las “milongas con sentido social”. De hecho, adscribe a MiSeSo, la organización de milongas de esa orientación. Se realiza en la Plaza Dorrego de San Telmo (Humberto 1º al 400) desde hace años y ocasionalmente incluye música en vivo, alguna que otra tanda contemporánea y siempre buena onda del público. Enclavada en pleno centro del circuito turístico de San Telmo, en ella confluyen milongueros de ley y curiosos que aplauden a los bailarines al final de cada canción. Su nombre alude al pañuelo blanco que hoy es símbolo de derechos humanos en todo el mundo, el mismo que las Madres de Plaza de Mayo usaban para identificarse ante la última dictadura cívico-militar de la Argentina.

Glorieta de Belgrano

Otro clásico del circuito al aire libre, la milonga de la Glorieta de Barrancas de Belgrano (cerca de la intersección entre 11 de septiembre y Sucre) se realiza en distintos días, pero el más popular es, por lejos, el domingo. Cuando baja el sol, cuando el paseo por el cercano Barrio Chino se termina, vecinos del barrio y milongueros que se acercan desde otras zonas de la Ciudad despiden el fin de semana aquí. La pandemia impuso atravesar un período de conflicto con otro organizador que prentendía suplantar al histórico responsable del espacio. Los habitués defendieron fuertemente al primero, que finalmente pudo recuperar la milonga que gestionó durante años.

Glorieta de Belrano
Glorieta de Belgrano. Foto: Tutti Fruti

La Alunada

La Alunada fue una de las primeras milongas clandestinas al aire libre y, mientras muchos esperaban que abandonara su actividad al retomarse la actividad habitual, sigue ahí, disfrutando de la pista de patinaje del Parque Las Heras (ahí nomás de Av. Coronel Díaz y Peña), en la coqueta zona palermitana de la Ciudad. Se celebra cada viernes y, a diferencia de otras similares, la Alunada destaca por su pista amplia y unos buenos reflectores que alcanzan a todo el sector.

La Alunada Milonga

Los Sensibleros

En el Parque de la Estación (un complejo a medio camino entre una plaza y otro algo indefinible) hay una suerte de anfiteatro con gradas que mezclan pasto y cemento. Allí se realizan dos o tres milongas, pero la más reputada es sin dudas la dominical: Los Sensibleros. Un montón de milongueros se acercan desde distintos barrios a disfrutar del aire libre del Abasto. Termina un poco más tarde que otras milongas dominicales al aire libre, pero no tanto como para suponer un problema para el milonguero que trabaja al día siguiente.

La Otra Milonga

Esta es otra de las milongas que sugieron en plena pandemia, aunque llamarla “clandestina” suena raro, pues se realiza desde entonces en uno de los laterales de la Plaza de los dos Congresos, donde justamente está el Congreso de la Nación Argentina, hay oficinas de Senadores y hasta la Biblioteca del Congreso. Es una zona con policía prácticamente todos los días y a toda hora, pero aún así La Otra Milonga prosperó. Aunque el espacio mismo para bailar es pequeño comparado con otras de su tipo, tiene un público fiel que se acerca lunes, martes o viernes (a veces otros días también) para abrazarse.

Bonus track: más allá de la Av. General Paz

Milongas al aire libre hay en todo el país. Apenas cruzando las fronteras que separan la Ciudad de Buenos Aires del conurbano bonaerense hay varias: “Milonga del río” en Vicente López, “La Nelly” en Castelar, hay prácticas ocasionales en Banfield y Avellaneda. E incluso más allá, en las provincias del interior argentino hay varias. En Córdoba, Jujuy o Río Negro, por ejemplo. Las ganas de abrazarse, parece, combinan muy bien con el viento en la cara.

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