El Tape (identikit)
Che, cosa, gente, mundo, vida en serio… vengo a hablarte del Tape. Oíme bien, con el paso del tiempo este hombre será botín de disputa de las generaciones venideras que harán de él la ‘gran autopsia’ para enterarse de qué estaban hechos sus tangos. Su obra no es la obra de ningún paracaidista, él sabe a qué juega cuando juega a la canción. Si no lo conocés, te arrimo algunos escobazos:
- Nombre: Alfredo Rubín
- Apodo: Tape
- Barrio: el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro)
- Voz: azul borravino, mezcla de chingolo y pregón de diario.
- Estudios: largas biabas que van de Yupanqui a Dylan, De Gardel a Charles Mingus, de Chopin a Zitarrosa, de Piazzolla a Callas.
- Instrumento: madero de seis cuerdas.
- Color de ojos: como el cielo de Balvanera a las tres y diez de la tarde.
- Discos editados: Hemisferio (2000) con el cuarteto Almagro; Reina noche (2004), Lujo total (2009) con Las Guitarras de Puente Alsina; Cambiando cordaje (2018) con el trío de guitarras Heler-Lacruz-Nikitoff.
- Señas particulares: haber alcanzado lo que César Vallejo llamó el “tono”, es decir, un lenguaje propio.
- Estado civil: nochero.
Sus canciones, su búsqueda
La intención de esta nota es recorrer brevemente tres de sus canciones: Calle, Bluses de Boedo, y Milonguética, para acercarte siquiera un matiz, un color, un perfume de su obra cancionística. Si al finalizar la nota te quedaste con sed de más, zambullite de lleno en sus discos, los encontrarás en algún sitio musical de este extraño barrio llamado internet.
Calle
Sin dejar de hablar de los temas universales: el amor, el paso del tiempo, la muerte; y entendiendo que toda canción es un hecho político, Alfredo ‘Tape’ Rubín propone otra coloratura de tango: su apuesta será ir a la caza de una ciudad famélica, babélica, convulsa, donde los desguaces de los gobiernos venenosos, la milicada, el hambre que hunde los brazos en la basura, la bala perdida y un rostro distinto de la soledad son el pan duro de cada día.
Su tango Calle puede inscribirse en la órbita de la canción spineteana Por del disco Artaud, palabras-ladrillos que se encastran para formar un bloque mayor. El inicio de esta canción es repulsivo: las voces de Videla, Isabelita, Neustadt, Muñoz ciegan, aturden, asquean. En conversación con el autor de esta nota nos comparte la cocina del asunto: “Es el espectro de un desaparecido o una desaparecida que retorna y cuenta de aquella calle demencial naturalizada por los medios, la opinión pública, los discursos. El desafío era también musical: armar una letra con palabras de dos sílabas, algo que no habíamos visto que se hiciera antes en el tango. La mezcla de las imágenes remite a una pesadilla donde sin lógica o con otra lógica, se mezcla todo: las Malvinas, el mundial, el cine, la TV apoyando el régimen, la muerte, el cinismo, las madres, la tortura”.
Bluses de Boedo
¿Blusear un tango, tanguear un blues? Todo es posible, y más aún si viene de la mano del cantautor que, en la década de los noventa, e incluso a principios del siglo XXI resultaba impensado dentro del género (ojo, no me olvido de Ángel Villoldo, o Eladia Blázquez pero fíjate que entre el 1900 y 1965 son solo dos los ejemplos). De Bluses de Boedo dirá: “Este tema nació como una canción blusera, digamos, y luego fue adaptada al género, aunque nunca me gustó denominarla ‘tango’ sino ‘artefacto tanguero’ porque su música no tiene en su melodía los giros característicos del género. Es la despedida de un personaje marginal a sus compañeros de ruta y están mezcladas palabras y culturas tanto en la música como en la letra.”
Me permito plantear una paradoja. En las letras del Tape Rubín -al parecer- no se encuentra eso que el tango llama “poeta de la canción”: él no pertenece al mundo lírico de la voz de sombra, las trenzas de color de mate amargo, tampoco sus líneas melódicas ni sus armonías se presentan misteriosas. Pero ¿qué sucede al poner en diálogo texto y melodía? Se nos queman todos los papeles. Allí, asoma “la canción” esa rara belleza que trasciende al giro poético y la gran melodía; en Rubín letra y melodía serpentean, se buscan y en su cópula generan texturas que interpelan y uno termina por sacarse el sombrero.
En versión de la antigua formación de la Orquesta Típica Fernández Fierro, que por aquellos años guardaba algo de la impronta sonora de Osvaldo Pugliese -pero con 340 voltios encima- te arrimo Bluses de Boedo.
Milonguética
Violeta Parra, Chico Buarque, Joan Manuel Serrat y otros más, jugaron a las esdrújulas dentro de sus letras de canción; el tango no se había animado hasta que llega el Tape y da el zarpazo: Mágica pero despótica / tóxica pero romántica / múltiple pero monótona / plástica pero fantástica… “Es una declaración de amor-odio a la gran ciudad, podría ser cualquiera, pero acá es Buenos Aires. La describo en su doble aspecto: encantador y deforme. Musicalmente tiene la característica de trabajar en una sola tonalidad, variando las rítmicas y los climas, viajando por la milonga urbana y campera, el rock, la murga.”
En fin, Alfredo ‘Tape’ Rubín es un creador que atestigua con crudeza, sin perder de vista la hermosa travesía que ofrecen metáfora y melodía. Y es que él no trabaja solamente con la “información de último momento”, eso es pura hojarasca, fárrago. Las buenas canciones se hacen con “lenguaje” porque como vos bien sabés, si el castillo de la canción no está bien construido se cae solo, ni viento hace falta. ¡Vivan los tangos del Tape! ¡Vivan las buenas expresiones de la escena del tango actual!