3. Festival Electrotango Buenos Aires: establecido como alternativa

Festival Electrotango Buenos Aires 2024

La reciente edición del Festival de Electrotango de Buenos Aires consolidó al evento como uno de los pilares de la escena alternativa del tango en la capital mundial del género. Mientras la mayoría de los espacios de la Ciudad se resguardan en las corrientes más tradicionales del tango, el Festival sigue un camino divergente que le permite destacarse en el panorama del sector.

Es cierto que pelea con una situación económica dramática en el país y que se sostiene en buena medida gracias al público extranjero que se acerca para aprovechar la posibilidad de ver a los principales exponentes del electrotango a precios más que accesibles, pero también es verdad que consigue aglutinar a muchos tangueros interesados en propuestas alternativas más difíciles de encontrar durante el año.

En este sentido, hay que celebrar las caras recurrentes, tanto de argentinos como de extranjeros (turistas o residentes, en su mayoría alemanes y noreuropeos) ya son muchos los que ven en el Festival una parada indispensable para su experiencia tanguera en Buenos Aires, y encuentran aquí una propuesta que les es familiar, similar a la de sus países de origen.



Su permanencia, además, le permitió este año acceder a espacios de difusión inusuales para el circuito. Por ejemplo, tuvo una muy buena nota en la versión local de la revista Oh la lá, que difícilmente le prestaría atención de otro modo al tango. En cierto modo, el trabajo continuado del Festival (y de sus mini-ediciones primaverales) volvió a instalar la idea del electrotango como algo “cool” incluso para quienes están fuera del circuito.

En lo artístico, el Festival enfrenta el desafío de la renovación permanente. Por un lado, tiene una base de artistas insustituibles muy sólida: Tanghetto, Otros Aires, Narcotango, Mona Isabelle, Cachivache, Tangorra, Mario Rizzo. Por otro, hay una serie de figuras de segunda línea, pero que aportan su personalidad y sus colores particulares para redondear el producto del festival. También están los talleristas (ahí destacan Hugo Mastrolorenzo y Agustina Vignau).

También la permanencia en cartelera legitima a djs que pelean todo el año en la escena más alternativa, como Tandas Nuevas, Play Tango, y da un sello de confianza a nuevas propuestas, como la de Tango21 aka Geert Böttger. Finalmente, hay una serie de artistas rotativos, quizás menos convocantes en sí mismos, pero que aportan novedad y mantienen atenta la escucha. Para ellos, el festival está siendo plataforma de despegue. Lo fue para la Resistencia el primer año, bien puede serlo para bailarinas como Irina Jabsa y Guadalupe Santiago, o para la troupe de Anguila Tango Trío (un secreto a voces del circuito porteño, sí, pero más desconocidos fronteras afuera, y a ellos la experiencia Festival puede proyectarlos).

Esta edición el evento cambió su locación. Del Galpón B se mudó a Woki Toki (Tacuarí 905), en San Telmo, que los habitués del circuito porteño conocen como el actual lugar del Bilongón e histórica sede de Chanta 4. La mudanza permitió desdoblar la actividad en dos pistas, una experiencia que, en principio se celebra, pero que también resulta perfectible.

Casi todo el encuentro el escenario principal fue el dominante y la pista alternativa tuvo varios momentos de estar semivacía, porque la atención se concentraba en lo que pasaba en el sector principal, que quedaba saturado de público. Desde esta perspectiva, queda claro que con un público que acompaña, una escena dispuesta a mostrarse y que está generando nuevo material, el Festival tiene amplio margen para seguir creciendo y ratificar su lugar en el circuito.

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